viernes, 25 de noviembre de 2011

Los viernes toca hablar de Venus

Veneris dies: 'día de Venus' (en la mitología nórdica esa diosa se llama Freyja, de ahí la palabra Friday). Es de todos conocido que Venus era la diosa romana de la belleza y el amor (su equivalente griego era Afrodita). También representa la feminidad, por eso de que las mujeres somos amadas y bellas. Otra palabra que deriva de "Veneris dies" es venerar (y también otras que no suenan tan poéticas como venéreo, pero no vamos a hablar de eso hoy).

Llevaba mucho tiempo queriendo iniciar ésta sección, y finalmente me he decidido al encontrar por "casualidad" este conjunto de poemas infantiles:


De pequeña siempre tuve gran admiración por esta mujer, quizá por el libro de acertijos que tanto me gustaba resolver, o por el poema "Pienso mesa y digo silla" que tiene mi padre colgado en la pared y que muchas veces recuerdo porque en ocasiones mis palabras no concuerdan con sus pensamientos.

Posiblemente por pertenecer a un mismo periodo de tiempo, el recuerdo que tengo de la poeta se funde con la entrañable figura de Pilar, la castañera, que venía cada otoño al colegio a repartir castañas. Pero Gloria Fuertes era mucho más, y estoy quedando impresionada por lo que voy descubriendo de ella... (fuente: Wikipedia)

Gloria nació en Lavapiés, en la época, un modesto barrio del Madrid antiguo. Su madre era costurera y sirvienta; su padre, bedel. Su interés por las letras comenzó a la temprana edad de cinco años, cuando ya escribía y dibujaba sus propios cuentos. Aquella chica que paseaba en bicicleta por las calles de Madrid con falda-pantalón y corbata se convirtió en una de las primeras voces de la poesía femenina de la posguerra; la mujer de las dos caras que armonizaba su amor por los niños (enredándoles con sus rimas, adivinanzas y juegos de palabras disparatados) con su amor por la vida y la paz (denunciando la injusticia social, el desamor, el dolor y la opresión pero, todo ello, con su humor peculiar), continuó escribiendo y colaborando en programas infantiles televisivos consagrada ya como la poetisa de los niños.




Vicente Molina Foix relata una anécdota que nos revela valiosa información a cerca de la personalidad de Gloria. (Fuente: Artículo para El País, diciembre de 1998, un mes después del fallecimiento de la poeta):

Cuando entrevisté a Gloria Fuertes para La edad de oro (...) la conversación fue sin tapujos. En su mejor poesía y en la intimidad, Gloria no los usaba. Puesto que había entre nosotros confianza hablamos de las cosas del corazón. "Sólo sé de poesía y de amor". La poeta tenía entonces 77 años. "A mi edad sigo amando, pero me freno. Ahora mismo hay alguien en mi vida". No conozco mejor obra de arte total que la ilusión amorosa de una persona vieja. Pero Gloria, como en sus grandes poemas, tenía el don de transformar la emoción en disparate, y el amor, sentimiento dislocado donde los haya, no escapaba a sus tratamientos de choque. Y así me contó, mientras yo tomaba notas a diestra y siniestra, que en cierta ocasión, al sufrir un desengaño, pensó seriamente en el suicidio. "Fui al metro decidida a matarme. Pero al ir a sacar el billete ligué, y en vez de tirarme al tren me tiré a la taquillera". Cuando me harté de reír, le pregunté: "¿Puedo contar esto, Gloria?". "No. Ahora no. Yo vivo de mis libros infantiles, y estas cosas podrían asustar a los padres, que son los que los compran". Naturalmente, respeté su deseo.

Como acaba diciendo el autor: "qué dulce y reconfortante, qué prometedor de una vida óptima sería que la privacidad, que en sí misma ni mejora ni trasciende las obras de arte, tampoco fuese el territorio del forzado encubrimiento y los disimulos.

Para despedirme, qué mejor que utilizar uno de sus poemas para reflexiona sobre el valor de los bienes materiales. Aquí lo tenéis, narrado por la misma autora, con esa voz ronca tan inconfundible:

¿Qué adoramos cada día?

Me apasiona investigar de dónde vienen las palabras. Es curioso saber cuál fue el sentido inicial de una expresión, y ver cómo después de tanto tiempo se siguen pareciendo en forma y significado... o no. Un ejemplo son los días de la semana, dedicados a los astros celéstes y también relacionados con los dioses:
  • Sábado: (en latín: dies saturni) Dedicado al dios romano de la agricultura y la cosecha, Saturno. La forma que usamos en castellano procede del término hebreo יום השבת (šabbāt), ‘reposo’, ‘día de reposo’,
  • Domingo: proviene del latín dies Dominicus (día del Señor), debido a la celebración cristiana de la Resurrección de Jesús. En la antigua Roma se llamaba a este día dies solis (día del sol).
  • Lunes: dedicado a la Luna, que a demás de ser el satélite terrestre era una deidad romana, conocida como Selene en la mitología griega.
  • Martes: como habréis podido deducir proviene de Marte, dios romano de la guerra, que tuvo
  • Miércoles: proviene del latín Mercurii díes. Mercurio era el dios del comercio y de los viajeros. En la mitología griega Hermes se dedicaba a la parte de los viajes, era conocido como el mensajero, y tuvo un hijo con Afrodita que se llamaba Hermafrodito (que originales los padres, ¿no?) que fue amado tan intensamente por una ninfa que quedó unido a ella (por eso un ser hermafrodita posee los dos sexos). Pero bueno, creo que me he ido mucho del tema con esto.
  • Jueves: proviene del latín Jovis díes, o día de Júpiter, que es el dios principal de la mitología romana, padre de dioses y de hombres.
  • Viernes: El que hoy nos interesa. Veneris dies: 'día de Venus' (en la mitología nórdica esa diosa se llama Freyja, de ahí la palabra Friday). Es de todos conocido que Venus era la diosa romana de la belleza y el amor (su equivalente griego era Afrodita). También representa la feminidad, por eso de que las mujeres somos amadas y bellas. Otra palabra que deriva de "Veneris dies" es venerar (y también otras que no suenan tan poéticas como venéreo, pero no vamos a hablar de eso hoy).

miércoles, 9 de noviembre de 2011

y llegó el otoño...

La incidencia de la depresión aumenta en primavera y en otoño. Numerosos estudios así lo sostienen. Y yo creo que tienen toda la razón.

La explicación que doy a este fenómeno es que no nos gusta cambiar. El verano es estable, armonioso, pero llega el otoño y todo son cambios, que nos llegan al invierno que, aunque parece frío e inhóspito, nos hace disfrutar de la compañía y el calor del hogar, hasta que primavera toca insistentemente a nuestras puertas para recordarnos el cambio continuo que sucede en la naturaleza.

La cuestión es la siguiente: ¿ nosotros, como parte de la naturaleza, por qué nos resistimos tanto a cambiar? Desde luego nos da miedo, y establecemos barreras y fronteras, porque como seres racionales tenemos capacidad de decisión. Elegimos qué cosas dejamos que cambien en nuestro interior y cuáles no. Por eso cuando no dejamos que los cambios se produzcan de forma natural, aparecen desequilibrios entre lo que somos y lo que necesitamos ser, produciéndonos una gran insatisfacción y frustración.

Por el contrario la naturaleza no tiene capacidad de decidir y por ello nos da envidia la manera tan lógica y sana que tiene de asimilar sus cambios. Es comprensible envidiar la primavera: los árboles florecen, cada uno con su propia clase de flor, y los nuevos brotes van haciéndose hojas verdes y sanas. Sin embargo parece más difícil envidiar al otoño, aunque personalmente es la estación que más envidia me produce. Porque no es nada fácil desprenderse de unas hojas que te han acompañado medio año, que las has visto crecer y te han alimentado durante tanto tiempo. Hojas que han sido una parte muy importante de tu identidad, que te definen como árbol. Pero tienes que dejarlas ir, y te quedas expuesta, desnuda y vulnerable...

"Para seguir queriéndonos y soportar bien el invierno, tú sabes bien que es mejor quitar botones que ponerlos"





Deja que el otoño suceda en nosotras y recuperemos el tiempo perdido.